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22 Νοε 2014 · 1 Juan 2:15-17. INTRODUCCIÓN. Un pastor evangélico inglés fue llamado al lecho de muerte de un hombre rico. Arrodillado junto al moribundo, el pastor le pidió que le tomara la mano mientras oraba por él en esa hora tan solemne, pero el moribundo se rehusó a extender la mano.
Dios está situado en el vértice del triángulo y desde allí la luz, el amor y la vida de Dios descienden por los lados del triángulo hacia ambos extremos de la base del triángulo, en uno de cuyos extremos se encuentra usted, y desciende sobre su corazón y vida.
1. (1 Juan 2:15) El problema de lo mundano. No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. a. No améis al mundo: Juan nos ha dicho que si caminamos en la oscuridad del pecado y decimos tener comunión con Dios, mentimos .
1. El amor de Dios y el amor del mundo son incompatibles entre sí, y no pueden existir juntos en la misma mente. Este es precisamente el sentimiento de nuestro Señor (Mt 6,24). 2. El mundo es pecador, y por tanto su servicio es incompatible con el de Dios. 3. Nosotros mismos perecemos, y también todo lo terrenal. 4.
Le conozco (1 Juan 2:4), permanezco en él (1 Juan 2:6) y estoy en la luz (1 Juan 2:9). Juan quiere que sepamos que si estas declaraciones son verdaderas, se manifestará en nuestras vidas, especialmente en nuestro amor por los hermanos y hermanas en Jesús.
Alguien ha sugerido la siguiente división, que consideramos muy adecuada: la carta a los Romanos trata el tema de cómo salimos de una casa de esclavitud; la carta a los Efesios nos indica como entrar a la casa del banquete; y la carta a los Hebreos nos indica cómo podemos aproximarnos al trono de la gracia.
1. La concupiscencia de la carne, del cuerpo: los malos deseos del corazón, el apetito de complacer todas las cosas que excitan e influyen los placeres sensuales. 2. La concupiscencia de los ojos: los ojos se deleitan con las riquezas y los bienes ricos; ésta es la concupiscencia de la codicia. 3.